La Influencia de los Pensamientos en las Emociones

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Una de las preguntas más habituales entre los estudiosos de la condición humana es que surge primero, si el pensamiento o la emoción.
Es posible que dependiendo de la vivencia a veces surja una y después otra o viceversa, pero este artículo se centra en entender cómo nuestros pensamientos afectan a nuestras emociones, y por ende a nuestro comportamiento.

Dependiendo del entorno en el que nos desarrollamos y de la actitud que tienen nuestros familiares frente a la vida, tendremos más o menos pensamientos positivos o negativos. Los positivos generalmente nos animan y enriquecen y los negativos nos desaniman y nos obstaculizan la posibilidad de ser felices. El escritor y psiquiatra estadounidense David Burns escribió sobre este tema en profundidad y señaló que los diferentes tipos de pensamientos negativos resultan en diferentes emociones negativas. Por ejemplo, la tristeza y la depresión se originan a partir de los pensamientos de pérdida; la frustración surge a partir de los pensamientos de que las expectativas no se han cumplido; el sentimiento de ansiedad aparece a partir del pensamiento de que hay un peligro, y la culpa surge a partir de la idea de ser incompetente o no estar a la altura de las circunstancias.

La forma en la que nos explicamos los acontecimientos negativos influye drásticamente en nuestro estado de ánimo, en la forma de comportarnos y en la manera en la que analizamos la situación y nuestra participación. Si identificamos los pensamientos y creencias que provocan los sentimientos negativos nos será más fácil controlarlos y cambiarlos al entender su origen. Cada uno tenemos una forma diferente de evaluar nuestros actos o nuestra forma de ser, pero de lo que no cabe duda es que las personas que son extremadamente autoexigentes, perfeccionistas e inflexibles tienden a fustigarse con frecuencia o castigan a otros con facilidad, y las personas razonablemente exigentes y flexibles aprenden de las experiencias con menos temores y más positividad.

Estar familiarizado con nuestras emociones y con las cosas que nos afectan positiva y negativamente a nivel emocional nos ayuda a conocernos y a tener una idea clara y objetiva de nuestras fortalezas y limitaciones. Cuando conocemos nuestra manera de pensar también conoceremos nuestra manera de reaccionar. De manera que mientras más conscientes seamos de nuestra emociones, más conscientes seremos de nuestros pensamientos y de cómo gestionamos nuestro comportamiento; podemos cambiar los pensamientos negativos a pensamientos positivos.

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